La relación con mi mejor amiga

La harina.

¡Claro que sí!

Ella está cuando más la necesito. Está cuando me siento sola, feliz, triste. Después de cada examen que aprobé y, especialmente, después de cada examen que reporobé. Cada rechazo en un nuevo trabajo, ni que hablar de las relaciones fallidas. La harina me da palmaditas en la espalda y me dice que todo estará bien, solo tengo que dar otro bocado.

La harina y yo tenemos una relación muy estrecha en la que yo soy incapaz de sentirme sola si sé que ella me está acompañando. Jamás, en veintinueve años de vida, me ha fallado.

Solo que he decidido romper esta relación. He decidido saltar al vacío, experimentar nuevos sabores, relacionarme con otras cosas. Y tres semanas después, en lugar de extrañar a mi mejor amiga, me doy cuenta de que la harina era esa mina pesada que sale a emborrcharse y cargarse pelotudos todos los fines de semana. Esa que es amiga de una amiga, pero te la tenés que fumar todo el tiempo porque no tiene nadie más con quién estar. La que te grita cosas en público para abochornarte.

 

El hilo rojo

hilo rojo2Ahora ese mito popular japonés se ha vuelto famoso. Algo que se divulgó para darle sentido a las adopciones, la sociedad moderna actual lo ha desvirtuado para justificar los amores románticos. No le quito el mérito, la historia es tan linda que todos queremos tener el pulgar atado al del ser de nuestro afecto (el mío se sigue enrollando el hilo).

Pero mi hilo rojo del destino, sin dudas, que está unido al de mi amiga de toda la vida. No es mi amiga del alma, tal vez ni siquiera la mejor amiga, esos son títulos que se llevan otras personas. Pero amiga de toda la vida tengo una sola y es ella.

El hilo se creó desde que estábamos en período de gestación, cuando mi mamá y la de ella se hicieron amigas en las clases de parto. Y como el hilo puede estirarse y enredarse pero no romperse, quiso ese destino que cuando mi familia se mudó de casa, caímos a la vuelta de la casa de ella. Así que bueno, desde los 3 años venimos cargando la una con la otra. Desde las vueltas en bicicleta, las primeras salidas a bailar, los primeros novios, las caídas en la moto, escapadas del liceo…

 

Ahora llega la gran aventura para ella, porque en un par de semanas nace Francesca, su primer hija. Ahí voy yo, tocándole la panza a ver si me patea la nena, entrando a tiendas de bebés y no entender nada de lo que me dice la vendedora, organizando baby shower con supervisión adulta.

Tenemos muchas personas importantes a lo largo de nuestra vida, pero son pocas las que nos acompañan por cada camino, aunque sean diferentes de los que ellos mismos elijan.

Cata Ale Emiliano y Pedro

 

 

Los años locos

Otro post que habla de lo buena hermana mayor que soy como ayudo a la menor a estudiar. Prometo intentar que sea el último (por ahora)

Aunque no sea muy representativo.

Lo que pasa es que a veces la situación me puede, especialmente con ella: siempre me puede. Tiene la respuesta en la punta de la lengua y no me da el tiempo de reaccionar. Entonces, cuando se supone que la que toma la lección soy yo, ella me mira con sus ojos profundos y me dice: “poneme al tanto de los acontecimientos del s. XX” y yo quedo a un microsegundo de responderle todo lo que pasó el siglo pasado, desde el hundimiento del Titanic, al miedo que había por el cambio de mileño.

Pero los años me han dado algo más que arruguitas en los ojos, ahora también puedo moderme la lengua (no tanto como me gustaría, igual) y esta vez fui lo suficientemente viva como para no responder. Ella me tuvo que contar qué pasó: el teléfono, el auto, los años locos, la primera guerra… ¿Y la crisis?, le pregunté. ¡Ah, sí! ¿En qué año fue?, preguntó ella.

Y tantas alegorías invadieron a mi mente. ¡Ay, la crisis de los 29!

Acá es cuando me río a carcajadas de la gente que dice que la historia no sirve para nada. Me empieza a doler la panza de tanto reírme, me doblo en dos y sigo, a carcajada suelta, señalando con el dedo.

Los locos años 20, cuando no nos importa ni la prohibición del alcohol y nos las ingeniamos para volver a casa con una borrachera diferente cada vez. Cuando comenzamos a conocer el mundo, se expanden los horizontes, aparecen los Heminways que nos llenan de palabras bonitas, también los Picasso que nos dejan la cabeza cuadrada, y todos los demás que se la dan de poetas por un rato. Y nosotras que disfrutamos de nuestros primeros trabajos, que llegamos con ojeras y nos vamos a un after, que gastamos la plata como si fuera a durar por siempre.

Y justo ahí llegan los 29. Con la crisis, claro.

Mi cambio de década se va a dar en octubre. Ahí sí ya no me van a quedar más excusas de irresponsable ni inmadura, mi cédula de identidad va a decir que nací en el 86 y por más buenos genes que tenga, la edad se hace notar cuando llega el viernes y nadie me saca de mi cama.

La verdad es que estoy un poco enamorada de la idea de cumplir los 30. Desafortunadamente, mis amigas no me acompañan en esta. La crisis de los 29 (también conocida como la Gran Depresión) a ellas les pegó de otra forma: la que no anda loquita por ser madre, se le llena el pelo de canas por querer casarse o se estresa por los papeles de una casa. Nada de eso en estas viñas. Mis veintes estuvieron vividos divinamente (incluyendo el hecho de que “gastamos la plata como si fuera a durar por siempre” y, si sigo así, tendré que  recurrir a un New Deal personal). Los 30 serán un gran desafío al que no tengo idea de cómo entraré… ni como sobreviviré.

Mi hermana no volvió a olvidarse de este acontecimiento del s. XX

 

 

 

 

 

Esas mentes analíticas

Mucho de cómo me siento a recitar la Ilíada para ver si mi hermana la recuerda. También mucho de yo poniéndole películas a ella. Y he hablado un poco también de la rapidez mental de mi hermana para las respuestas divertidas.

Ahora, cuando la que tiene que rendir soy yo y la materia es de tomar decisiones que “tienen que estar sustentadas con números”, la que pone cara de poker y solo puede pensar en que es ultra necesario decir algo inteligente, esa también soy yo.

El que está frente a mí es mi hermano (menor), con su hermosa cabeza analítica, que al abrir una planilla de excel,  ve datos en lugar del arte abstracto de mal gusto que yo distingo. Él ve información, él puede medir y comparar.

Y lo miro. Hay mucho de mirarlo mientras simulo que lo escucho, cuando en realidad pienso en la total empatía que hago con mi hermana en ese momento.

Mi hermano, que estimuló desde chiquito la paciencia que nos faltan a mi hermana y a mí (especialmente porque le tocó ser el hombre del medio, cuando los panes del sandwich somos dos mujeres), él vuelve a explicar, él me señala los números y las gráficas y trata de hacerme partícipe de las decisiones.

Incluso me da ánimos, porque cuando le digo: te juro que estoy tratando de decir algo inteligente, él responde: vas bárbaro. Y es una mentira que yo me quiero creer.

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Basta de comer libros

Hay una nueva metodología de estudio.

Desde siempre mi madre me obligó a ayudar a mi hermana a estudiar. De esa forma, con la responsabilidad de la mayor pesando sobre mis hombros, rendí historia de quinto y sexto de liceo dos veces (una por mí, una por mi hermana), literatura de quinto y sexto de liceo, vaya uno a saber cuántas veces (una por mí, el resto por ella). Si un día me rebelaba contra las demandas de mi madre porque, bueno, los exámenes se daban en diciembre o febrero y, ¿quién quiere quedarse a comer libros en esos meses? ¡El cielo se caía! Entonces, además del peso sobre mis hombros, también estaba el cansancio de mis pies y prefería encerrarme en una habitación con aire acondicionado a repasar temas literarios de la Grecia antigua a enfrentarme al Cancerbero disfrazado de mi madre.

Bueno, los años pasaron. Mi hermana es una hermosa mujercita de piernas largas y sonrisa que embelesa. Estudia algo poco relacionado con los libros, como era tan predecible desde aquellos años del liceo: Diseño de moda. Igual, de historia del arte no zafa. Y, resulta, yo tampoco.

Vivimos juntas.  Es una de las mejores cosas de mi regreso a Uruguay: compartir el sillón con ella cuando nos tiramos a mirar una película o comer las milanesas quemadas, porque ninguna de las dos se preocupa por ver qué tal van en el horno. Ella ensucia y yo limpio, ella prepara el mate y yo tomo.

Ella tiene que rendir Historia del arte, y yo estudio también.

Tenemos recuerdos bonitos, que aún ahora nos quitan una sonrisa, de aquellas épocas de estudio juntas. El más antiguo: ella estaba en la escuela y el tema para la prueba de historia era la Revolución Industrial. ¡Cómo le costaba acordarse de la palabra burgués! Entonces se me ocurrió un ayuda-memoria facilísimo: hamBURGUESa. Si habrá sido bueno que aún nos acordamos. Estudiábamos mitología griega, le pregunté quién era Zeus y su respuesta rápida fue: uno ahí que no creo que conozcas. Y con historia, los siglos eran los siguientes: s. XVII, por ejemplo, se traduce a “equis ve palito palito”.
Muchos berrinches de ella porque no quería estudiar, muchos berrinches míos porque no quería tener que estudiar algo ajeno. Resulta que pasé los últimos dos días preparando Historia del arte del s. XX: Art Nuveau, Post Impresionismo y Vanguardias. A ver, yo rendí esa parte de la historia del arte en segundo de facultad, en el 2007. Fue mi peor año de facultad por lejos y la única materia que me gustaba resultó ser Arte. También sucedió que la profesora que tenía, María Ott, era una genia cuando tenía que hablarnos de Gaudí y de las historias alrededor de la oreja de Van Gogh. Tan buena era ella, que tantos años después aún recuerdo tantas cosas.

Pero entre los apuntes, los datos de wikipedia y Medianoche-en-Paris-Texto-1algún repartido que ella sacó de facultad, resulta que a mi hermana aún no le gusta estudiar y cuando no quiere, no se acuerda ni de los nombres más fáciles: le pregunté un artista del Surrealismo y no fue capaz de recordar ni a Dalí, así que ta. Todo tiene un límite y el mío va de la mano de los relojes derretidos y del Gran masturbador. Así que le pedí que deje los libros a un lado, la senté frente a la tele y puse Medianoche en París. Si no se acordaba de mi voz repitiendo “Dalí” constantemente, que se acordara de Adrien Brody.

¡Sucedió!

 

P.D.: en la época en la que yo tuve que rendir Arte del s. XX, que también era verano y también me daba pereza estudiar, yo vivía con dos amigas (Pamela y Soledad), que estaban en la misma situación que yo (de estudio, una Derecho, la otra Enfermería). Pero me las ingenié para robarles momentos vanguardistas. Pueden ver el post que hice en el blog que tenía en aquel momento aquí: http://otra-sinfonia.blogspot.com.uy/2007/12/el-arte-que-ilumina-nuestras-vidas.html

 

 

 

 

 

A veces extraño

A veces extraño escribir.

Pasa un poquito cada día. Luego suena la alarma, agarro la cámara, corro el bus. Se me va la  mirada y pienso en lo bonito que sería estar escribiendo.

Hay momentos en los que parece que ya no tengo nada para decir. En los que no creo en nada. Otros, en cambio, en los que no suelto la pluma. Ya llegará la estabilidad (sueño).

Tránsito

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En Tránsito: de regreso a casa desde Londres.

Cada vez que cuento que tengo que pasar horas en tránsito en algún aeropuerto la gente, que trata de ser simpática, me da tantas opciones: las salas VIP, primero y sobre todas las cosas, o que puedo descansar, me dan series para que mire en la computadora; siempre se lamentan por mí ¡qué feo, 8 horas de espera! Ay sí, qué feo.

Solo que a mí me encanta.

Ese momento en el que no estás ni en un país ni en el otro, donde todo lo que se tiene en la vida es el pasaporte, una mochila de viaje y la posibilidad de comprar café al doble del precio de cualquier cafetería de calle.

De verdad que me encanta: horas enteras solo para mí, horas en las que no tengo que preocuparme de nada. Puedo escribir, puedo mirar esas series que mis amigos me han pasado, puedo pensar en la vida o mirar como se comportan las personas a mi alrededor. Los últimos viajes he tenido entre 8 y 6 horas de espera, esas son muchas hojas escritas, demasiados pensamientos, mucha observación a personas que no conozco.

Ahora comienza un nuevo capítulo: uno en el que puedo sentarme en el mismo sillón, apoyar la cabeza en la misma almohada, ver el mismo árbol afuera de mi edificio. Ahora comienza un estilo de vida muy tranquilo, donde la gente se demora días en responder un email. Este capítulo es como estar en tránsito indefinidamente.

Los tripulantes de los barcos de crucero (no quiero generalizar porque nunca trabajé en otro tipo de barco) nos referimos a la vida afuera de los barcos como la “vida real”; me parece muy gracioso ya que nunca nada se sintió más real que vivir y trabajar en esos barcos.

Me temo que existe la posibilidad de que los posts se vuelvan mucho más personales de ahora en más.

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South Africa: part 1

This is not my first time in this country, but it is the first time I am here to be present at my best friend’s wedding.

Jon and I met when working for a cruise line and traveled through most of Europe together. We probably didn’t work together more than 5 months and that was 3 years ago. Anyway, once I saw him at the station it was like time didn’t go by. Unfortunately, we  do look older, but well, with the years, the experience comes. I have been his friend since him and his bride-to-be started dating, moved together, when he proposed and there was no way I was going to miss his wedding day.

Before my trip I had to research what Hakuna Matata means, and indeed means No problem. Pity I won’t be able to use the words, because Swahili is not one of the 11 official languages in here.

Clarens

This tiny town in the free State has one of the most amazing views I have ever seen. Ok, so yes, I am from a flat country and any mountain would call my attention. This place was my first destination as I hardly got to see anything of Jozy before coming here.

Surrounded by mountains, at some point in history this town was part of Lesotho, and it has a rich history with tribes’ wars and with the native people against the colonialists. It was a time when the lions roamed free and the white people had to chase their cattle every night in order to protect them from the local predators.

Tiny and everything, this town is overloaded with art galleries, coffee places and pubs. The Clarens brewery took most of our afternoon, with their free samples and all their ciders. There are an outrageous number of farm, guest houses and b&b’s, for such a little place! Apparently, hiking this mountains and relaxing with the wonderful view is calling more and more tourists every year.

Lion’s rock

It’s an ONG, part of Four Pawns.

“Provides an appropriate, lifelong home for big cats that were kept in inadequate conditions in zoos, circuses or private captivity”, as it can be read in their website www.lionsrock.org

The animals at Lions rock are still in captivity, but because they were never in the wild, are not capable of sourviving without human supervision. And, as human ruined half their lives, it is fair that is human who makes sure this animals have a decent time for their rest of their lives.

To visit this place is both encouraging and extremely sad: it shows how low human behavior can go regarding animals, and its opposite, as most of the animals in this game park are now healthy.

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World Photography Day

The World Photo Day team chose the 19th of August to celebrate photography because it was the date the French gobernment bought the patent of the daguerrotype “as a gift free to the world” (http://worldphotoday.com/about). And we all thank them for that!

This page opens a section to submit one picture per photographer for a week. You may be an amateour photographer or profesional, as long as you love your camera, you are welcome to celebrate this day. And I just find amazing how many pictures from all over the world you can already find in the page.

You may see the picture I uploaded by clicking here. It’s one of the Demons from Senegal that I share on a previous post.

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A photographic journey through Senegal: part 2

The first

Nafi is the first wife. Beautiful, majestic woman, the leader of the group, who quietly sits in the back of the bus and rest her green-turbaned head on the seat. There is a man with a mic in the front of the bus; he is explaining the local traditions and doesn’t look very happy on having a woman as a supervisor. He seems to be the traditional kind and speaks about how costumes are changing, and how much he dislikes that.

He told us that, traditionally, the Senegalese’s women, once they got married they would go to live to the husband`s house. If we take into account that it is a custom to have several children, wouldn’t be awkward to see one house with many men and their respected wives. And, if we want to take another step away from the western civilization, this men are allowed to marry wives. I think it is too many women together. Nefi thinks so too.

“But now the women don’t want to live with the mother-in-law!”, the guide moaned. And, apparently, they don’t want the husband to take a second wife either!

I asked Nefi if she was married. She said yes, and that she had a daughter. Then I asked if the husband had any other wife. “Just one more”, she said, “but I am the first”, and I heard the sound of pride in her tone of voice.

The second wife lives downstairs, with her two daughters, and the husband takes turns to sleep with both wives: two nights with each. She told me both women have a good relationship and the three daughters are very good friends.

“I was lucky”, she told me, “my husband is my best friend”. And because of that respect, he told her when he decided he was taking a second wife. Her voice broke as she said that it is such a sad moment in life; usually the family of the new wife takes gifts for the first. She had asked her husband that if he ever wanted to take a second wife, to tell her, and he did. So, when the moment came, she was as ready as she could possibly be.

She told me that of course she supports the tradition in her country: the more children a man has, the more help he will have when working the farm. But -she doesn’t live on a farm.

Español:

La primera

Nafi es la primera esposa. Es una mujer hermosa, grande y majestuosa que, con su traje y turbante color verde, lidera el grupo. Al que nos cuenta sobre las costumbres locales, tener una supervisora mujer parece no hacerle gracia. El guía es un hombre muy tradicional quien no dejó pasar momento para contarnos cómo no le gustaba que las tradiciones estuvieran cambiando.

Según él nos explicó, las mujeres senegalesas, al casarse, van a vivir a la casa del marido, con la madre del marido y, teniendo en cuenta que lo común es tener muchos hijos, probablemente, también vivirían con los hermanos y las esposas de esos hermanos. Todas esas personas bajo el mismo techo sin tener en cuenta que la tradición musulmana les permite tener varias esposas. Así que estamos hablando de varias esposas de un mismo hombre viviendo con la suegra, con los cuñados y con todas las esposas de esos cuñados. A mí me suena a muchas mujeres juntas. A Nafi también.

“Pero ahora las mujeres no quieren vivir con la suegra”, dijo el guía con un tono de voz de descreimiento. ¡Y parece que tampoco quieren que el marido se vuelva a casar!

Le pregunté a Nafi, entonces, si ella estaba casada. Me dijo que sí, y que tenía una hija. Le pregunté si su marido tenía más esposas. “Sólo una más”, me respondió, “Pero yo soy la primera”, y un dejo de orgullo se escuchó en su voz.

La segunda esposa vive en el piso de arriba, con sus dos hijas, y el marido se turna al momento de dormir: dos noches con cada una. Por suerte, me contó, las dos mujeres se llevan bien y las hijas son muy amigas.

“Tuve suerte”, me contó “mi marido es mi mejor amigo”. Y con mucho respecto a esa amistad, él le contó que se iba a volver a casar. Su voz se quebró al decirme que es un momento muy triste y que, generalmente, la familia de la nueva esposa le da regalos a la primera esposa. Pero ella le había pedido a su marido que si alguna vez quería volver a casarse, que le contara. Y él respetó ese pedido, así que al llegar el día Nafi estaba tan preparada como podía estarlo.

Me contó que claro que apoya la tradición de su país que es necesaria porque cuantos más hijos tiene un hombre, más manos de trabajo tendría para la granja. Pero ella, me dijo enseguida, no vivía en una granja.

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